jueves, 15 de diciembre de 2016



TODO MUJER2015 - RAFAEL GORDON

Me parece oportuno empezar con las palabras de Rafael Gordon en la presentación del libro de Antonio Peláez Barceló, “Rafael Gordon, la conciencia” editorial Huerga & Fierro, que tuvo lugar en la Sgae, por considerarlas un pequeño señero de lo que su cine nos aporta:
“El ser humano por el mero hecho de tener inteligencia, merece algo más que el realismo, la brutalidad y la denuncia sistemática del otro. Intentemos comprender al otro”
Los rasgos peculiares de un artista como el que abordamos, son una obra con personalidad propia y reconocible. En él la cámara se nota por razones expresivas, peculiares, intrínsecamente personales. Sus Inmovilidades sobre una sola imagen nos dan tiempo para pensar en el mensaje, es su necesidad de libertad provocadora. Nos involucra en su percepción e imaginación.
En “Todo mujer” el silencio es la pura experiencia cinematográfica. Las metáforas voluntarias se llaman mensajes, asistimos a una continuidad de pensamientos propios del autor y este nos concede el derecho de percepción voluntaria e interpretativa a través de los ojos de nuestra mente. Esa “parte de partes” que representan al todo que es el cine, es mostrada a través de Isabel Ordaz (Amalia) de manera contumaz. La veremos en una casa-palacio con los deterioros que el tiempo y la falta de dinero provoca, recibiendo carta de desahucio, dando clases particulares a una niña, jugando con una gallina…
La realidad viene representada en los momentos en que Amalia está en contacto con los personajes de su cotidianidad, caso de la hermana, la sobrina y la alumna, el mendigo, estos siempre interrumpidos por la abstracción de la que es portadora. El simbolismo es la figura con que representa el director un concepto moral o intelectual. Gordon experimenta con el carácter poético del cine. La Importancia de la cantidad de elementos visuales que arropan al argumento es visible: gallina, huevo, virgen del Pilar, radiografías, fotografías… Reestructura la acción según su voluntad. Sensaciones de improvisación en escenas calculadas al milímetro. Con ello deleita, persuade y conmueve.
No es casual que la primera y última imagen de la película sea un primer plano-secuencia dedicado al agua. En su mirada poco ortodoxa, el agua ocupa un lugar prioritario, onírico-simbólico. Siempre asociada con la luna, la menstruación, la mujer y la lluvia. El hecho de que en temporalidad, se asocie al presente y por supuesto que con la creación, hacen de la protagonista un ser humano en continua lucha por regenerarse o dejarse ir. Aquí el peso de lo ético-moral se deja ver en la importancia trascendental que poseen para el director.
La presencia del sillón precintado con una cuerda que impide su uso, donde Unamuno estuvo sentado en el pasado es un símbolo trascendental para captar la personalidad autoral de Rafael Gordon. No es casual, pienso yo, que se elija al filosofo aludido, ya que fue un heterodoxo en su época   -como lo es el director en la suya-, que además era portador de una mala salud -como la poseída por el personaje de Amalia- y que por afición tenia la cocotología, constructor de pajaritas de papel, que para Unamuno eran un símbolo de independencia de pensamiento. Aquí en “Todo mujer” veremos a Amalia y al mendigo flautista jugando con ellas. Intercambiándoselas en un afán identificador de sus vidas.
Metáforas inundan la película, dramáticas, ideológicas, plásticas. Contemplar pasivamente las imágenes narrativamente encadenadas, no conduce a desentrañar lo profundo de la obra que subyace en sus símbolos que son continuos a lo largo del filme. La gallina, es el recurso para acabar con el hambre inmediata de Amalia, simboliza la necesidad de consumar actos de primera necesidad como es el saciar su hambre. La roca enorme amenazante y con vida propia, se mueve, simboliza el peso de los ancestros, la historia familiar, el padre, la madre, la hermana, la asfixia, la falta de fuerzas, la sumisión a la tradición. La flauta del mendigo que padece síndrome de Asperger es símbolo objetual reforzante de las acciones, cobrando una importancia fundamental cuando esta emite sonidos en forma de sosiego.
La iluminación de “Todo mujer” provoca efectos psicológicos en el personaje de Amalia que transcienden la pantalla y son captados por el espectador. La saturación de los colores amarillos y anaranjados conlleva un embellecimiento de algunos planos-secuencia que contemplamos -hacer mención a un hermosísimo plano en el que se encuentran tumbadas en una cama Amalia, su hermana Erika y su sobrina Cecilia-, siendo su efectismo relajante, contribuyendo la exaltación que los colores cálidos nos provocan. Nos encontramos próximos a la escena y ella a su vez se engrandece en intensidad tonal. Rafael Gordon centra nuestra atención expresando la fuerza del momento. El lirismo subjetivo está asegurado.
La película “Todo mujer” no solo es cine independiente, además lleva sello autoral, en ella Rafael Gordon es director y  guionista. Su tema se enmarca en la decadencia de la sociedad y en la soledad, no es profuso en diálogos y sí utiliza gran variedad de recursos. Su proceso creativo es libre y tiene control hasta en el más ínfimo detalle del trabajo.
Por esto nos encontramos con una producción cinematográfica minimalista, construida en torno a un personaje y su cotidianidad, capturado íntimamente en su palacio en ruinas, localizado en Segovia.
Asistimos a una mirada retrospectiva e introspectiva, al personaje de Amalia (Isabel Ordaz), un espacio, palacio en ruinas de Segovia y una forma de vivir la enfermedad y las metáforas de la misma, secuencia tras secuencia donde ocurren cosas. Las más pequeñas e invariables tienden a ser explicadas por el director de una manera concreta y coherente.
Estamos pues ante una película no coyuntural, como lo es todo el cine de este Rafael Gordon, que ocupa un lugar importante en la trayectoria cinematográfica del mismo, en la que se define a sí mismo y al cine-poesía, donde se nos muestra libre y coherente, con una transcendencia donde no falta el humor, y con recurrencia a los personajes femeninos.
¿Quién dijo que no había papeles protagonistas para mujeres mayores de 40 años en el cine?
Aquí esta Isabel Ordaz, buena muestra de un personaje femenino analizado en cuerpo y alma, lleno de matices, profundidad, amor y desamor, humor y dolor. Los registros dramáticos y cómicos de la actriz son innumerables. Su interpretación es variada y nada fácil por la versatilidad y complejidad del personaje.

Mi enhorabuena a Rafael Gordon por lanzar su propio y personal mensaje-punto de vista, inundado de arquitectura moral y estética y por seguir luchando por la ética de la independencia y la autoría cultural.